sábado, 14 de septiembre de 2013

Un sensor extraño

Mi madre siempre dormía con la puerta de la habitación abierta. Yo tendría unos veinte años y recuerdo que cada noche que salía de fiesta con mis amigos y amigas, al volver, tenía la costumbre de entrar en casa intentando hacer el menor ruído posible en la intención de que mi madre no se despertara y me interrogara acerca de lo que había bebido y, sobre todo, cuánta cantidad.
Las veces que se despertaba ( se desvelaba con el zumbido de una mosca, o eso decía ) y se levantaba con la excusa de ir al baño o a beber agua, yo intentaba contestarle con monosílabos si la ingesta había sido larga, y con el pretexto del cansancio, enfilar cuanto antes hacia mi habitación para evitar monsergas. Ella, claro está, no se desvelaba con el zumbido de una mosca, no. Lo que pasaba es que dormía con un ojo abierto y otro cerrado mirando el reloj constantemente y elucubrando sobre qué estaría haciendo yo a esas intempestivas horas de la noche en la calle cuando lo que debía era estar yaciendo en mi cama y descansando.
El caso es que las raras veces que mi madre no emitía sonido alguno a mi llegada, yo, como si de un macabro juego se tratara, me acercaba sigiloso hasta su cama y la observaba durmiendo, bufando algunas veces y roncando incluso las menos. En cuestión de segundos, como si sintiera mi presencia, mi aliento, mi mirada, abría un ojo lentamente y, con voz ronca, me preguntaba qué hora era, etc... .
Pues bien, esa situación, a modo de "deja vu", se me ha presentado multitud de veces a lo largo de mi vida. Por hache o por be, soy una persona que gusta de la observación del otro, de la escucha de las conversaciones de mi alrededor, pero no de un modo voyerista, sino escrutador y creativo. Cuántas veces he observado a una pareja, un personaje extraño, una situación pintoresca desde un rincón y, de repente, sin razón aparente, sin sonido alguno que propiciara esa reacción, esa pareja, ese personaje extraño, etc, han dado un giro brusco de ciento ochenta grados y han fijado su vista en mi, no en el cuadro de detrás de mi, no en un paisaje lejano que hacía las veces de fondo de pantalla a mi persona. Se han girado y me han mirado a mi, como preguntándose por qué les observaba, sin recelo, sin malicia, pero interrogantes ante mi silenciosa mirada. Quién no ha comentado alguna vez lo del ojo en la nuca?
¿No os ha pasado algo parecido a vosotr@s alguna vez?. Seguro que si.

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