sábado, 10 de noviembre de 2012

MULTIBOCAS


Estaba yo el otro día en un encuentro de género, comunicación y construcción de paz en Africa, en esto que, escuchando a una de las ponentes y observando la premura con la que disertaba dado el escaso tiempo del que disponía, me quedé atrapado en una serie de elucubraciones sobre la situación. 
En concreto, pensaba que esa mujer en particular, tenía en su cabeza un sinfín de ideas que aportar sobre el tema pero que sólo disponía de una boca para transmitirlas. Me imaginaba dos velocidades distintas: por un lado, la velocidad a la que su cerebro enviaba o transmitía mensajes a su boca y, por el otro, la velocidad a la que su boca conseguía exteriorizarlas para que todos las pudiéramos oir. No era fácil, no. 
La generación de ideas era sumamente más rápida que la velocidad a la que salían al exterior. 
Y, meditando sobre esto, me di cuenta de que entre todas las personas que habitamos este mundo, además de divisiones y subdivisiones basadas en nuestra religión, sexo, edad, formación socio-cultural, nivel económico y todas las demás posibles diferencias que se nos ocurran, existe otro rasgo distintivo que nos puede diferenciar: nuestra velocidad de pensamiento y de habla. 
Ya, absorto en esta vorágine, llegué a creer que esa mujer en particular necesitaba dos o más bocas para adecuar las dos velocidades a las que me refería anteriormente. Por el contrario, existe otro grupo de personas a las que la boca de la que disponen genéticamente,  les viene grande. 
Podríamos conseguir que unos y otros adecuaran su cuerpo humano para que estuviera mejor repartido, o de distinta manera. 
Podrían tener ocupado menos espacio con su cerebro (desaprovechado en muchos casos) para ceder ese sitio a otra parte de su organismo que la necesitara para hacer un aprovechamiento más racional. En el otro lado, existe un grupo diferenciado de personas al que deberíamos regalarle un espacio extra para ubicar mejor o más holgadamente su cerebro, sus ojos si son extremadamente observadoras, sus orejas si tienen un don más o menos desarrollado para escuchar a los demás, sus dedos si es que saben manejarlos con tanta destreza a la hora de señalar o explicar algo que casi no necesitan del uso de la palabra, o sus pies si es que los necesitan màs grandes para llegar a sitios donde el resto casi ni soñaríamos con alcanzar. 
Son pensamientos, reflexiones, nada más. Pero me gustaría que existiera un mundo donde todo fuera mucho mas ecuánime. Bien a la hora de repartir nuestra anatomía, bien en el momento de dividir todos los alimentos, la tierra, las necesidades, en pocas palabras, la voluntad social. 
En fin, este sistema multibocas que simbolizo en el ser humano, en las personas, debería ser transferible a nuestra capacidad para relacionarnos, entre nosotros, con el medio ambiente y, si pretendemos ser un poco utópicos, con el universo. 

viernes, 26 de octubre de 2012

Convergencias

El otoño. Dos hojas de roble. Un destino común.
Somos lo que somos por lo que hemos vivido y experimentado y, lo mejor de todo, es que seguimos siendo lo que somos por lo que seguimos viviendo. Esa serpiente que muda su piel cada cierto tiempo y que, muda, observa como se separa de ella su antiguo traje para vestirse con nuevas ropas. No mejores ni peores, diferentes.
No hay que tener miedo a los cambios aunque si, cierto respeto.
Prepararnos para lo que vendrá no es ser reacio a ello, no. Es más bien como un adecuarse a lo que vendrá para tener el equipaje preparado. Por lo menos, lo más necesario.
Está claro que habrá que quitar cosas que pesan demasiado en nuestra mochila y añadir otras en las que no habíamos reparado pero, tener la maleta para guardar y desguardar todo eso es sencillamente, imprescindible.
Luego ya veremos a donde nos lleva ese camino o si, tras largos y pausados pasos, tenemos que trepar, correr, aminorar la marcha o, simplemente, descansar y esperar acontecimientos.
Una única cosa tengo clara: mi mochila está preparada y no tengo intención de cambiarla por otra a no ser que se me rompa y, ya me cuidaré yo de que no se rompa. Igual resulta que la tengo que remendar con cinta americana pero eso, ya es harina de otro costal.
Cuando mi mochila consiga tener esas prótesis artificiales para andar sola y yo necesite agenciarme una nueva, ya os contaré. Hasta entonces, nos tendremos que conformar con estas líneas.

viernes, 14 de septiembre de 2012

ssinestesiass



Escucho el color de tus ojos,
veo el tacto de tu piel,
huelo tu sabor,
degusto el sonido de tu voz y tu risa, 
e incluso, creo tocar tu estar sereno, 
y, todo eso, lo hago frente a ti, 
incólume,
sin que tú me mires, 
ni me oigas,
ni me sientas, 
ni me huelas,
y, por supuesto, 
sin que me cates, 
porque no es necesario, 
porque estamos sin estar, 
con... los cinco sentidos.